EL «CHERI» Y EL BURRO

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 Escrito en 1.993

Por/ Jesús Manuel Páez

Seño Nicolas era apodado en la isla como «El Cheri», mote este alusivo a la figura del Sheriff norteamericano, y que según me contaron los viejos le fue dado por su manera de vestir al estilo del Oeste americano, lo cual le diferenciaba sustancialmente del resto de los marineros. También por su manera de actuar ante cualquier situación, abogando siempre por el imperio de la ley y la razón. Fue sin duda todo un personaje muy querido en La Graciosa por su nobleza y sencillez.

imagesCA9ZDDIYCuéntase de él que en cierta ocasión se encontraba debajo del risco, cargando el burro con una nada despreciable cantidad de botellas de mariscos en vinagre; burgaos y lapas. Era su intención, tal y como era costumbre y por supuesto necesidad, el salvar las empinadas laderas de los Riscos de Famara por el único sendero existente, conocido como «El Camino de Los Gracioseros».

Con la preciada carga a lomos del pollino habría de dirigirse a los pueblos cercanos, Ye, Maguez y Haría, para allí vender el marisco ycon lo ganado, comprar los productos necesarios para volver a La Graciosa, tales como higos, gofio, garbanzos, et.

Pero hete aquí, que no contaba El Cheri con que ese día y a saber porqué, al burro le picaban unas prisas de mil demonios, con lo cual, no habia bien terminado de colocar las botellas, y sin tan siquiera haberle dado la voz de ¡¡arre!!, imprescindible para que echara a caminar, partió el asno risco arriba como alma que lleva el diablo. Seño Nicolas quedó casi paralizado por la sorpresa, con botellas en la mano y presa del desconcierto ante tan extraño comportamiento de su cuadrúpedo compañero de fatigas. Una vez recompuesto del susto y con la intención de dar alcance al burro, Seño Nicolas entró en carrera, pisando lajas y ripios y aplastando tabaibas al grito de «¡¡soo burro, soo burro!!».

Más le hervía la sangre en las venas al Cheri cada vez que por el camino se encontraba desperdigados los burgaos y las lapas o percibía el inconfundible olor del vinagre. Se desesperaba al tropezarse con algún gollete de las botellas, confirmando así sus temores, negándose en asimilar la realidad de los hechos.

Total que, aliviado el burro de la carga, la cual fue dejando por el camino en singular estela de moluscos, y exhausto Seño Nicolás, le alcanzó cerca del pueblo de Ye, comprobando para su desdicha que la valiosa mercancía se reducía a un puñado de cristales chorreando aún el vinagre. Alguna que otra lapa permanecía entreverada en el vidrio, cual mudo testigo de tan alocada e imprevista carrera. ¡¡ Toda una semana mariscando en Alegranza para que un burro me venga a joder!!, exclamó El Cheri.

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